En un Lugar de La Mancha

Share Button

En septiembre de 1955 se editaba el Fascículo V, de la obra de D. Rafael Mazuecos, «Hombres Lugares y Cosas de La Mancha».

Apuntes para un estudio médico-topográfico de la Comarca

En portada una fotografía con la casa, que la tradición cervantina alcazareña tenía, por la del nacimiento de Miguel de Cervantes Saavedra y  una reflexión sobre su estado en aquella época y el sentir alcazareño sobre su tradición.

«EN UN LUGAR DE LA MANCHA»

«Casa donde nació Miguel de Cervantes Saavedra, autor del Quijote«.

Así dice la lápida que hay sobre la puerta.

Era una obligación publicar la fotografía de esta casa, como una manifestación del sentir alcazareño y ahí está, un poco deprimida por el contorno y como ruborizada por la nombradía en su humildad, como el labriego entre los letrados con ropa de los domingos. Si pudiera, volaría. Se saldría al campo para estar a sus anchas y vivir sin trabas su autenticidad, viendo descansar a Rocinante en la puerta, mientras el escudero reconviene a su señor, para que siente los cascos, junto al camastro de la cocina; pero solo mientras dura el dolor de los últimos golpes, porque al instante brotará de nuevo el genio de la raza y hasta el escudero, tan sensible al vapuleo, sacará el orgullo indomable y veremos a Faco, que vuelve de cumplir el mas humilde menester doméstico y engreído, le dice a D. Leopoldo, que le pincha, aludiendo a las relevantes condiciones de la Vicenta:

-No crea Vd. que yo estoy descalzo, que si a mí me dan una «miaja» estudios, meto preso a D. Oliverio. Y sacando el buche y arqueando los brazos sale dando chupadas al pito gordo que lleva en los labios.

Esta casa podrá o no, ser la en que naciera Cervantes, pero esta tierra manchega es el lugar indiscutible de las fantasías quijotescas.

Casa donde nació Cervantes

Casa donde nació Cervantes

Por los Santos de 1980, publicaba La Fundación Mazuecos el Fascículo XLVII de la obra de D. Rafael Mazuecos, Hombres Lugares y Cosas de La Mancha
y en la página 33 del mismo, una reflexión a la tradición cervantina alcazareña y a nuestro peculiar modo de ser y actuar en este asunto.

La Cuna de Cervantes

La anunciada reforma de la nomenclatura callejera, trae a mi memoria una de las cuestiones batallanas de Alcázar, ahora olvidada por los materialismos: la defensa de la cuna de Cervantes.

La verdad es que la dejación de ese asunto no es de ahora y la realidad verdadera es que nunca se tomó con fervor y que su planteamiento, su defensa y su fracaso, constituye uno de los fenomenos más característicos de nuestra manera de ser, pues el mismo Guerras, (D. Juan Alvarez-Guerra Peña), aún no siendo alcazareño, pero si nuestro diputado a Cortes de los clásicos y nuestro benefactor más espléndido, al estilo de los indianos y tabaqueros de Filipinas, con sus arrebatos e intemperancias no favoreció nada el triunfo de la causa alcazareña. Los adalides propiamente alcazareños, editores de EL SOL DE CERVANTES que se conserva en la biblioteca nacional con otros documentos, carecían de base, de preparación y personalidad para acometer tan magno problema y contender con los eruditos, cuyas obras, que están al alcance de todo el mundo, causan asombro por su conocimiento y la minuciosidad de su análisis.

Pero de todas maneras el asunto no resultó claro y ahí está D. Crescencio Rosado, el ex-alcalde del más cervantino de los lugares manchegos, el Puerto Lápice, el último defensor que conserva enarbolada la bandera de nuestra causa, para demostrar que sigue siendo defendible como alcazareña la cuna de Cervantes. Nadie nos puede quitar ese sentimiento porque es inquitable como todos los patrimonios del alma ni impedirnos su defensa y si nos falta vigor para aquellas arrogancias de que hizo alarde Guerras, no deben faltarnos dentro de nuestra casa los cuidados necesarios para que todo el que llegue a visitarnos se de cuenta desde el camino, que está llegando a la verdadera cuna de Cervantes y a la tierra que es famosa en el mundo entero por haberse engendrado en ella y alimentado con sus raíces enloquecedoras, el fantasma literario que tiene mucha más vida y mucha más realidad que si hubiera sido de carne y hueso. Nada más noble ni más inofensivo ni más en armonía con el espíritu quijotesco de que podemos alardear, aunque hasta ahora se hayan visto más elementos cervantinos en cualquier pueblo de la comarca que en Alcázar que es su casa. Criptana mismo le tiene dedicadas muchas más calles que nosotros y me creo por lo que oigo, que mejor elegidas. No digamos de El Toboso, la villa enaltecida por la más singular aureola conocida en el mundo que es un encanto andar por ella y evocar como reales los episodios novelescos, porque cada uno ha vivido mas o menos realmente escenas similares o las ha soñado como si las viviera, pero lo notable es el camino y el llegar a la casa tan en caracter y hasta la cama de la fermosa idealizada por el esforzado hidalgo.

En Alcázar no hay apenas nada, que le indique al viajero el honor que nos hacemos pensando que Cervantes fuera alcazareño y el orgullo con que lo proclamamos. En otro sitio el pueblo entero estaría dedicado a Cervantes por ser imposible tener otro título más glorioso y sus obras tienen motivos sobrados para ennoblecer cualquier población y darle fama universal, pero, claro, no iba a ser Miguel, como le dicen en El Toboso, familiarmente, el primer alcazareño que fuera profeta en su tierra y está más en caracter y más en armonía con nuestro suelo, que no se le haga caso o se le corten las alas para que no suba y se ponga tonto.

No perdamos del todo, sin embargo, la esperanza de que la juventud pueda constituir la biblioteca-museo cervantino donde se puedan ir reuniendo ediciones del Quijote en todos los idiomas, biografías de Cervantes, sus obras, obras de crítica, periodicos, cartas, cerámicas, cuadros, grabados y cuanto en general contribuya a la difusión de su obra y glorificación de su persona.