Continúa el cervantista Francisco Saludador Merino su estudio sobre la Verdadera Cuna de Cervantes con un análisis sobre el servicio prestado por Cervantes al Cardenal Acquaviva.
Noria
Cuadernos de Temas Alcazareños
Enero 1965 – diciembre 1966. Año IV -N: 4
«Miguel de Cervantes Saavedra, en su dedicatoria de La Galatea, dirigida al Cardenal Ascanio Colonna, dice: «Las cosas que, como en profecía, oí muchas veces decir a Vuestra Señoría Ilustrísima al Cardenal Acquaviva siendo yo su camarero en Roma.»
La palabra camarero tiene el mismo significado que paje, es decir, criado de mucha distinción, la única diferencia estriba en que era más propio y usado el nombre de camarero en las casas de las jerarquías eclesiásticas y el paje lo empleaban mas en las señoriales.
Estos pajes o camareros entraban al servicio de sus señores en su más corta edad, sobre los doce años, educándolos en el servicio de las armas o de las letras, constituían estos cargos un honor que a todos no alcanzaba.
Giulio Acquaviva era el segundo hijo del Duque de Atri, encargado por Pío V en el año de 1568 de llevar condolencias y pésames, tanto suyos como de la Corte Romana, a Felipe II, por la muerte del Príncipe Don Carlos, heredero de la Corona de España, acaecida el 24 de julio de 1568, y para apoyar al mismo tiempo ciertas negociaciones del Nuncio de Su Santidad en Madrid, Gio Battista Castagna, Arzobispo de Rossano, tocante a los asuntos religiosos de Alemania.
La relación exacta y completa de la estancia de Acquaviva en Madrid la hizo el sabio investigador don Ricardo de Hinojosa en su obra «Los despachos de la diplomacia pontificia en España, memoria de una misión oficial en el archivo secreto de la Santa Sede» Madrid, 1896. La cual citamos por si el curioso lector quiere conocer en detalle este interesante estudio.
Acquaviva partió de Roma el día 19 de septiembre y llegó a Madrid el día 13 de octubre, es decir, diez días después de haber fallecido la Reina Isabel de Valois, cuyas exequias se celebraron, como ya hemos dicho, el día 24 del mismo mes en la iglesia de las Descalzas Reales.
Como quiera que Monseñor Acquaviva terminase su misión en Madrid, marchó para Italia el 30 de diciembre de 1568.
El pasaporte que se le había concedido para este viaje le estipulaba un plazo de sesenta días (término de sesenta días para Aragón y Valencia) para abandonar España, con lo que es presumible que a primeros de febrero de 1569 se encontrase de vuelta en Roma.
Los biógrafos de Cervantes del siglo XIX, Pellicer y Navarrete, como asimismo los de principios de éste [por el XX], Maínez, Pérez Pastor y Navarro y Ledesma, relacionaron la estancia en Madrid de Monseñor Acquaviva con Miguel de Cervantes Saavedra, Pellicer fue el primero que sentó la hipótesis siguiente: «Acaso este Legado llevó consigo a Miguel de Cervantes prendado de su agraciada persona y despierto ingenio» (Vida de Miguel de Cervantes Saavedra. Madrid, año 1800).
Esta hipótesis de Pellicer fue continuada y ampliada por Navarrete, quien ya da casi por cierto que Monseñor Acquaviva había quedado prendado de los versos que Cervantes hizo para las exequias de la Reina Isabel de Valois, que dedicó al Cardenal Espinosa y que, seducido Acquaviva por el espíritu y penetración del poeta y acaso emocionado por su indigencia, lo admitió en su séquito en el momento de partir para Italia.
Maínez sigue en todo las conjeturas de Navarrete y Pérez Pastor, las amplía aún más, suponiendo que el Maestro Juan López de Hoyos era persona muy grata al Cardenal Espinosa, al cual le dedicaba las obras que escribía, como asimismo lo hizo su discípulo con su poema o elegía a la Reina de Valois. Esto demuestra, según Pérez Pastor, que el Maestro Hoyos debió de influir cerca del Cardenal Espinosa para que se encomendase a Monseñor Acquaviva su discípulo Cervantes, recomendación que aceptó el Legado del Papa por servir a tan elevado personaje, y no tuvo inconveniente de unir a su séquito a Cervantes al partir de Madrid.
Esta hipótesis no falta de lógica, puesto que justifica el que Miguel de Cervantes Saavedra hubiese podido alcanzar la protección de Monseñor Acquaviva, lo que le hubiera sido muy difícil de conseguir por su humilde condición, de no haber tenido un valedor como el Maestro de Hoyos, hipótesis por otra parte, no compatible con las circunstancias de tiempo y lugar, que no coincide en absoluto con el Cervantes de Alcalá.
Con lo que se demuestra una vez más que Miguel de Cervantes Cortinas no pudo ser el que escribió en el mes de octubre de 1568 la elegía a la muerte de Isabel de Valois, pues aquí se demuestra claramente la confusión al aplicar a Cervantes Saavedra los movimientos que corresponde a Cervantes Cortinas, el cual se encontraba en Italia o donde fuese, siendo soldado. Esta hipótesis no determina con exactitud dónde se encontraba porque en este juicio están un poco suspensos y confusos los Alcalaínos con sus conjeturas.»
Efectivamente, el nombre Miguel de Cervantes y Cortina ha eclipsado históricamente a Don Miguel de Cervantes y Saavedra, hijo adoptado para la milicia, hermandad de San Juan, por Blas Cervantes Saavedra y su esposa Catalina López, el 9 de noviembre de 1558.
Monseñor Julio Acquaviva-Aragón, nieto de Andreu-Mateo Acquaviva-Aragón, príncipe de Taranto, duque de Atri, enviado de Pio V a España; recibió en Madrid a 30 de diciembre de 1568, un pasaporte de sesenta días para regresar a Italia; tiempo a transcurrir por el Reino de Aragón, unido; equivalente a Reino de Valencia, separado; con lo cual, Monseñor Julio Acquaviva-Aragón, de 22 años, se llevó a un “compatrioto” español de 24 años, a Roma; no a un niño de 10 años.
Johàn-Anthòni, 30 de Marzo de 2015. Celebrando el IV Centenario de la autorización Real, a la Segunda Parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quixote de la Mancha, dedicada a Don Pedro Fernández de Castro y Sandoval, virrey de Nápoles.