Verdadera Cuna de Cervantes

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El siguiente texto fue publicado por Francisco Saludador Merino en el número 4 de la Revista Noria de los Cuadernos de Temas Alcazareños, en enero de 1965. Reproducimos los párrafos dedicados a la Verdadera Cuna de Cervantes por su elevado interés en relación con el tema cervantino.

 

cunadecervantes

Noria

Cuadernos de Temas Alcazareños
Enero 1965 – diciembre 1966. Año IV -N: 4

«Desde hace trescientos setenta años los alcazareños vienen defendiendo con firmeza, como uno de sus mejores tintes de gloria, la tradición que hace de Alcázar de San Juan el lugar donde nació el Príncipe de los Ingenios españoles, Miguel de Cervantes Saavedra. Esto les ha acarreado muchas burlas; pero los alcazareños siguen firmes en sus creencias, no por mera «cazurrería» propia de pardillos de pueblo, como les han llegado a decir, sino por convicción primeramente y después por las formas poco correctas con que se ha pretendido probar que tal vez pudieran estar equivocados. Y no sólo se ha usado de la incorrección contra las tradicciones cervantinas alcazareñas, sino también contra todos aquellos que de algún modo las han apoyado. Buena prueba de ello es la leyenda negra que se tejió alrededor del eminente paleógrafo español don Blas Nasarre, descubridor de la partida de Alcázar, el cual de su puño y letra anotó al margen de ella: «Este es el autor de la historia de Don Quijote».

Es mi propósito exponer algunos datos históricos que la diuturnidad del tiempo borra de la memoria de los hombres y hace aparecer a las personas y las cosas distintas a como en realidad fueron. Hechos ineluctables y que sólo desciframos cuando, ahondando en la materia, vemos que la mayor parte fueron desvanecidos adrede. No nos debemos, por tanto, guiar nada más que de verdaderos sabios y eruditos a los que no cegó la pasión y, si de sabios es errar, ¿qué diremos de los pseudosabios?; pero en fin, no divaguemos y vayamos al tema; hay que contentarse con lo que dijo Cervantes: «Más fuerza tiene el tiempo para deshacer y mudar las cosas, que las humanas voluntades» (Cervantes, Don Quijote de la Mancha, 1ª parte, capítulo XLIV)».