Los Campos de Montiel

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Escribe Ángel Ligero Móstoles:

«No ha dejado de hacerse tema, y polemizante, como todos las escrituras de Cervantes, los llamados campos de Montiel, y como tanto se ha escrito sobre ello para intentar sacar partido de este o aquel lugar en apetencia de la gloria del hidalgo don Quijote, que hay que puntualizar en la mejor forma posible en línea con todo lo demás ya limitado y separado, los oportunismos que tanto daño han venido haciendo a la opinión y al mismo Cervantes.

«Yendo, pues, caminando nuestro flamante aventurero, iba hablando consigo mismo y diciendo:

– ¿Quién duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a la luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mí primera salida tan de mañana, desta manera? – Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos […] cuando el famoso caballero don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel. Y era verdad que por él caminaba.» (Cervantes, capítulo II de la 1ª parte de «El Quijote»)

No mentía Cervantes, porque los campos de Montiel comenzaban en los mismos términos municipales de Alcázar de San Juan, y conociendo como conocemos, que este lugar era el del hidalgo, nada se contrapone geográficamente con la aseveración de lo novelado por Cervantes. En los tiempos de Santiago, entre 1150 y 1200, Alcázar se incluía en los mismos.»

Continúa el Sr. Ligero exponiendo datos que demuestran la vinculación de Alcázar a los campos de Montiel, como puede verse por algunos de los documentos que aporta.

«He consultado diferentes mapas y estudios sobre el tema y me ha parecido el más ajustado el incluido por el ilustre académico manchego don Manuel Corchado Soriano, aunque se queda algo corto en los trazos de la parte Norte, pues si bien lo deja en tierras de Alcázar, no en la misma ciudad, como corresponde, pues siempre las regiones incluían a las ciudades o villas al hacer los trazados territoriales de ellas puesto que los poblados eran tan importantes en la economía, como las propias tierras.

En los amojonamientos que se hicieron en 1280 entre las Órdenes de Santiago, Calatrava y las de San Juan, documento en los archivos de Alcázar, se hizo la división desde los Cerros de Corral de Almaguer y pasando por las sierras de Campo de Criptana dejaron el último mojón en Santa María de Guadiana, siendo desde ese punto hacia el oeste para las Órdenes de San Juan, sin que en el citado documento se limitara la parte de las de Calatrava, sin duda porque estarían ya concertadas con las de San Juan.

En el mapa citado vemos incluidos a los ríos Guadiana, Záncara y Gigüela, y muy notablemente la venta de Quesada, términos pertenecientes a Alcázar. Incluso en 1700 la anotada venta Quesada pertenecía a ellos, como lo demuestra el documento:

«A veintiún días del mes de Junio de 1703, del Hospital de Nuestra Señora de los Ángeles trajeron un hombre muerto los alcaldes de dicha villa (Alcázar), que no se reconoció su edad, señas, nombre ni apellidos, respecto de la corrupción, que tenía la cara consumida, y a este tenor lo demás de su cuerpo; pues lo hallaron muerto cinco leguas desta dicha villa junto a la Venta Quesada, término della, en un sembrado de centeno y se enterró en la Iglesia de Santa María…» (54)

Otro importante documento que prueba que Alcázar corresponde a los Campos de Montiel:

«Sepan cuantos esta carta de testamento vieren como yo, Doña Ana Mónica Ramírez de Arellano, estante en esta villa de Alcázar, y mujer de D. Gregorio de Contreras, sargento mayor de milicias destos prioratos de San Juan, ciudad de Alcázar y Campos de Montiel, por su Majestad; estando en forma…»

No ofrece ningún interés el resto del testamento e incluye otro de su esposo (Libro de Protocolo, 55).

«Sépase por esta pública escritura de poder, como yo, Don Gregorio de Contreras, sargento mayor en estos prioratos de San Juan, y del partido de Villanueva de los Infantes y de las milicias y residentes en esta villa de Alcázar, otorgo y doy mi poder cumplido, el que de derecho se requiere y mas pueda y deba valer, a Juan Rubio Morcillo, vecino de Villanueva de los Infantes y escribano del Rey nuestro Señor y perpetuo de comisiones de la dicha villa y su partido, especialmente para que en mi nombre y representando a mi persona, pueda hacer y cobrar y recibir y demandar en juicio o fuera de él, cuatro mil y ochocientos reales del tesorero que es de la dicha villa de Villanueva, y de aquella persona o personas que en cualesquiera forma y manera lo deban pagar; los cuales los tengo de haber por razón de mis soldados deste presente año de mil y seiscientos y cuarenta y seis…» (Libro de protocolos, 56).»

Añade el Sr. Ligero, que si bien Don Gregorio de Contreras ocupa el cargo veinte años después de la muerte de Cervantes, lo cierto es que las milicias de la «Hermandad» existían en Alcázar desde que se fundaron en el reinado de los Reyes Católicos en 1496 y que a las unidades aquí presentes les correspondía la custodia y el orden en la región.

El Sr. Ligero plantea de manera inteligente y sencilla, una ecuación con tres incógnitas: «un lugar cerca del Toboso», «las dos primeras salidas hacia los Campos de Montiel» y la «genealogía de hidalgo». Resueltas los dos últimas, la primera se despeja sola; pero es en la genealogía del hidalgo donde alcanza documentalmente hasta la figura que le sirve de imagen para su personaje: Don Alonso de Ayllón, esposo de Doña Teresa Mendoza.